Emprendedor: ¿Un visionario o un desempleado?
Así se titulaba un artículo que he leído la semana pasada (para quien lo quiera buscar y leer, muy interesante) donde se hablaba, muy a grandes rasgos, de la realidad de querer ser autónomo.
Daré mi opinión al respecto siempre basada en mi experiencia como autónoma y en distintas experiencias con las que me voy encontrando.
Como decía el artículo, ¨muchos son los estudiantes (cada vez más) que optan por la vía del emprendimiento y el autoempleo”, muchos de los cuales se inspiran en personajes importantes y conocidos de diferentes áreas de trabajo (Steve Jobs, Mark Zuckerberg, yo al ser gallega, me permito incluir a Don Amancio).
¿Estoy de acuerdo? Por supuesto que sí. Todos imitamos comportamientos y queremos convertirnos en lo más parecido a quienes admiramos y si lo podemos superar, mejor. Un poco de ambición no viene mal en estos casos, y yo, por supuesto, animo a los jóvenes a emprender, pero siempre digo lo mismo, “con cabeza y sentido común”.
A menudo me encuentro con emprendedores que emprenden por frustración. Y como podéis imaginar, más a día de hoy. Personas jóvenes, y no tan jóvenes, porque el emprendimiento no es solo de la gente joven (discrepo con el pensamiento contrario), me transmiten una idea de emprendimiento “rápido y por obligación” y no puedo explicar la sensación que me recorre el cuerpo cuando les escucho. Tienen una idea, pero no asentada y en muchas ocasiones, la primera cita que tienen conmigo, la solicitan para hablar de las subvenciones. Y es que, os tengo que contar un secreto, ¡esto no va así benditos míos! Aquí no vale eso de “¿quién viene antes, el huevo o la gallina?” ESTO SÍ TIENE UN ORDEN.
Para emprender hay que analizar muy bien lo que quieres hacer. ¡Se supone que te dedicarás a ello el resto de tu vida!
Hay que analizar al cliente, la ubicación, los canales de comunicación, y por supuesto, las finanzas. ¿Cuánto te costaría levantarte cada día? Es una pregunta que hago con frecuencia y pocos me saben responder.
Luego están los que tienen espíritu, fuerza y motivos para emprender. Me viene a la cabeza un primo mío que, con poco menos de 25 años es un emprendedor nato. Cuando hablo con él de su futuro, no puedo evitar comentarle eso de “¡eres la caña!”. Tiene claro lo que quiere, sabe cómo lo quiere, y trabaja duro en su proyecto. Algunos pensarán “¿para qué se lía con esto pudiendo trabajar para otro y vivir tranquilo?”, insisto, para los incrédulos, “sabrá llegar”.
¿Unos son mejores que otros? Pues claro que no. Decía un profesor mío, “no hay nada peor que un tonto motivado”.
Es importante rodearse de buenos profesionales en el camino hacia el emprendimiento. Abrir un negocio implica esfuerzo y perseverancia. Que nadie piense que esto es “la casa de tócame roque” (expresión que veréis que utilizo mucho), que al no tener jefe uno se puede relajar, ¡pues no queridos!, quién os haya contado que ser emprendedora o emprendedor es un trabajo de 08:00 a 15:00, o mejor dicho, con libertad de horarios, ¡OS HA MENTIDO! Emprender significa trabajo elevado al máximo esfuerzo. Así que procurad dedicaros a lo que os gusta porque la responsabilidad será grande y por lo menos, que podamos decir aquello de “sarna con gusto no pica”.